
NEUROCIENCIAS
DOS notorias fronteras de la investigación científica fundamental avanzan a gran velocidad y ofrecen resultados crecientemente fascinantes: la astronomía y las ciencias cerebrales o neurociencias.
Estas últimas constituyen un ejemplo acabado de lo que podríamos denominar una transdisciplina, es decir, la interacción de diversas especialidades que operan en los distintos niveles de organización de la realidad (molecular, celular, tisular, orgánico, organísmico) para entender integralmente la función del sistema natural biológico más complejo que conocemos: el cerebro.
Ahora bien, ¿cuál es esa función que las neurociencias intentan comprender? Se trata, nada menos, que de penetrar el misterio de la relación entre la mente, la conducta y la actividad propia del tejido nervioso.
Es decir, se trata de desentrañar la manera como la actividad del cerebro se relaciona con la psique y el comportamiento, las dos manifestaciones que constituyen el tema de estudio de la psicología.
Por ejemplo, se supone que existe una huella cerebral en la que se halla inscrita la memoria, o mejor dicho, cada recuerdo específico.
Otras huellas deberán ser responsables, al activarse, de conductas como la agresión, el sexo, la alimentación o el habla. Unas más serían la contraparte de experiencias subjetivas como la percepción, la imaginación, el pensamiento, la emoción o el ensueño. La pregunta, entonces, se refiere a la naturaleza de estas huellas. Para abordarla debemos esbozar de manera general cómo funciona el cerebro.
Los elementos funcionales fundamentales del cerebro son las neuronas, células especializadas en el manejo de la información. Las neuronas tienen como principal característica la excitabilidad.
Son células dotadas de múltiples prolongaciones ramificadas, llamadas dendritas, por las que reciben información, y de una prolongación larga, llamada axón, que se ramifica y la conecta hacia otras neuronas. Podemos calcular que una neurona recibe información directa de varios miles de neuronas y envía información a otras tantas.
El número de neuronas de un cerebro humano probablemente se sitúe por los 100 000 millones, un número similar al de las estrellas en una galaxia normal, como nuestra Vía Láctea.
Ahora bien, el número de unidades de información del cerebro es mucho mayor debido precisamente al número de contactos que se establecen entre las neuronas y que hemos dicho que es de varios miles por unidad, con lo cual tenemos al menos 10 billones de contactos que constituyen, para usar una analogía en boga, otros tantos bits de información.
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